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En China, se llamaba «qi», el símbolo de la salud. En Egipto se llamaba «ankh», el símbolo de la vida eterna. Para los fenicios, la referencia era sinónimo de Afrodita, la diosa del amor y la belleza.
Estas civilizaciones antiguas se referían al cobre, un material que las culturas de todo el mundo han reconocido como vital para nuestra salud durante más de 5.o00 años. Cuando la influenza, bacterias como E. coli , superbacterias como MRSA o incluso el coronavirus aterrizan en la mayoría de las superficies duras, pueden vivir de cuatro a cinco días. Pero cuando aterrizan en cobre y aleaciones de cobre como el latón, comienzan a morir en cuestión de minutos y son indetectables en cuestión de horas . «Hemos visto cómo los virus se desmoronan», dice Bill Keevil, profesor de salud ambiental en la Universidad de Southampton. «Aterrizan en cobre y simplemente los degrada».
No es de extrañar que en India, las personas hayan estado bebiendo vasos de cobre durante milenios. Incluso en los Estados Unidos, una línea de cobre trae agua potable. El cobre es un material natural, pasivo, antimicrobiano. Puede autoesterilizar su superficie sin necesidad de electricidad o lejía.
El cobre explotó durante la Revolución Industrial como material para objetos, accesorios y edificios. El cobre todavía se usa ampliamente en las redes de energía; el mercado del cobre está, de hecho, creciendo porque el material es un conductor tan efectivo. Pero el material ha sido expulsado de muchas aplicaciones de construcción por una ola de nuevos materiales del siglo XX. Los plásticos, el vidrio templado, el aluminio y el acero inoxidable son los materiales de la modernidad, utilizados para todo, desde la arquitectura hasta los productos Apple. Las perillas y los pasamanos de latón pasaron de moda ya que los arquitectos y diseñadores optaron por materiales más elegantes (y a menudo más baratos).
Ahora Keevil cree que es hora de recuperar el cobre en los espacios públicos, y en los hospitales en particular. Ante un futuro inevitable lleno de pandemias mundiales, deberíamos usar cobre en la atención médica, el transporte público e incluso en nuestros hogares. Y aunque es demasiado tarde para detener COVID-19, no es demasiado temprano para pensar en nuestra próxima pandemia.
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