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Arquitectura bioclimática doméstica: las Casas Pasivas

Publicado: 18 Oct 2022 Situado en: Iniciativas
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DETALLES
Cuando se habla de arquitectura bioclimática nos referimos al diseño y construcción de edificios en los que se tiene en consideración los factores climáticos de donde están emplazados y en los cuales se aprovechan los recursos disponibles (precipitaciones, luz solar, energía eólica, etc.) para reducir drásticamente el consumo energético y el impacto ambiental.
 
Entre los tipos de construcciones que propician el ahorro energético se destacan los NZEB (nearly-zero energy building) -en español EECN (edificios de energía casi nula)-, los ZEB (Zero emission buildings) – en español EEC (Edificios energía cero) y las casas pasivas o Passivhaus. Pero, si bien todas ellas se focalizan en el ahorro de energía, se rigen por criterios diferentes.
 
El origen del uso del término pasivo para una vivienda se remonta al Passive Solar Energy Book, libro publicado en el año 1979 por el arquitecto Edward Mazria (EEUU, 1940) en el que recopila experiencias de casas en las que se minimizó el uso de sistemas tradicionales de calefacción y refrigeración.
 
Una casa pasiva es una edificación eficiente que propone reducir a un 90% la energía consumida con respecto a una vivienda tradicional. Para lograr dicho objetivo, se debe seguir 5 criterios de construcción:
  • Aislamiento térmico adecuado que impida que el calor se escape en la temporada invernal y que ingrese a la vivienda en el verano.
  • Evitar los puentes térmicos.
  • Cerramientos de altas prestaciones: puertas y ventanas adecuadas y de calidad por ejemplo con triple acristalamientos para evitar la pérdida de calor.
  • Hermeticidad: unido al punto anterior, cerramientos que permitan la estanqueidad de la construcción.
  • Ventilación mecánica controlada que permite recuperar hasta el 90% de la energía que está dentro del inmueble. Esto hace que no sea necesario abrir ventanas, evitando la entrada o salida innecesaria del calor.

Las casas pasivas son edificaciones que eliminan la dependencia externa de energía, haciendo que el impacto ambiental sea casi nulo. Además, no solo reducen el consumo energético casi por completo, sino que también posibilitan generar su propia energía y verter el excedente producido al suministro público.

 

A pesar de que el costo de construcción de este tipo de edificaciones suele ser más alto, se debe tener en cuenta que con el tiempo dicho gasto se amortiza con el ahorro de energía que en algunos casos llega al 100%, logrando ser sostenible en su totalidad.

 

En la actualidad, en otras regiones como la Unión Europea, es cada vez más frecuente la exigencia desde las instituciones de que las nuevas edificaciones se acerquen lo mayor posible al consumo energético nulo. Estas regulaciones, junto con otra serie de directrices enfocadas a desarrollar políticas que beneficien tanto al medio ambiente como a sus habitantes, sin duda garantizan a sus habitantes un futuro mucho más sostenible y saludable.

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